martes, 5 de octubre de 2010

Amar aunque no seamos correspondidos

Cuando la tuve en mis brazos, lloró hasta que su mejilla se estrechó con la mía. ¡Bienvenida hijita, desde hoy te vas a llamar Anne!, le dije, mientras aún me reponía de los dolores del parto.

Durante su primer año,. Anne parecía un bebé normal. Un día la llevé a un parque de diversiones. Ahí ocurrió un hecho que desencadenaría todas mis preocupaciones futuras. Una señora al ver a mi hija columpiarse, comentó: "Es la primera vez que veo sonreír a esa niña". En ese momento sentí un escalofrío en todo el cuerpo. Aquellas palabras revelaron algo que yo trataba de ocultar: mi pequeña casi nunca sonreía.
Cuando Anne cumplió 18 meses descubrí que ya no progresaba en su lenguaje, lloraba constantemente y no parecía entender cuando se le hablaba. En ese momento decidí consultar con una especialista.
La neuróloga y pediatra que nos atendió nos dio un terrible diagnóstico: los síntomas de mi hijita apuntaban hacia el autismo infantil. Los meses siguientes fueron de pesadilla. Anne empezó a sentarse en un rincón de la casa, mirando hacia la pared y cuando nos acercábamos a verla, la indiferencia en su rostro nos partía el corazón.
Una noche le pregunté a mi esposo:
¿Marc, ¿qué pasará si no vuelve a amarnos?
Entonces, aprenderemos a amarla sin ser correspondidos -respondió con firmeza- Aquella respuesta me ayudó a recobrar las fuerzas. Al día siguiente inicié una campaña con familiares y amigos para que todos, rezásemos por mi pequeña. Yo no solo rezaba, también empecé a investigar libros y artículos periodísticos sobre el autismo. En mis investigaciones me topé con un innovador método que había salvado del autismo a nueve de veinte niños menores de 4 años. El método combinaba la modificación de la conducta, la terapia del habla y la terapia del abrazo. Al principio detesté aquel método, pero era la única esperanza de mi pequeña.
Un día,, mientras la psicoterapeuta hacía un montón de gestos para que Anne los imitara, ella empezó a imitar un par de palabras de la doctora. "Ahora es cuando debemos enseñarle más cosas y de ahí a esperar que aprenda a aprender", me dijo la psicoterapeuta. La emoción de saber que mi hijita se iba a salvar hizo que mis ojos brillasen.
Los días transcurrieron y mi niña seguía recibiendo clases, como el de repetir frases sencillas constantemente y la "terapia del abrazo", que consistía en abrazar forzosamente a mi hija, mientras le gritaba que la quería. Anne seguía reaccionando favorablemente. Era como si yo despertara poco a poco alguna parte de su cerebro aletargado.
Una semana después, al momento de servir la cena, le dije a mi hija: "Vamos a comer", ella inmediatamente caminó hacia la cocina. De repente ocurrió algo milagroso: cuando mi esposo llegó una noche de laborar, la niña alzó la mirada hacia él y le dijo tranquilamente:

¡Hola papito!
Marc se arrodilló, la estrechó entre sus brazos y con una lágrima que le recorría una de sus mejillas, le susurró:
¿Hola Anne, mi amor! -Ahora sí, por fin podíamos decir que nuestra hija se había salvado.
Siempre buscamos una respuesta a la enfermedad de nuestra niña. Nunca nos sentimos derrotados, a pesar de que casi nadie nos daba esperanza. Aquella combinación de fe, amor y ciencia salvaron a mi pequeña, lo cual hoy le permite sonreír feliz y saludarnos todas las mañanas con un efusivo: "¡papitos de mi corazón!".

Catherine Legrand

PROGRAMA: SEÑOR QUE BONITA ES MI TIERRA. - Radio María Chile

Bienvenidos a espe, "Su Página", vuestra página!!!

Yo hago milagros en la medida que tú te abandonas a mí y de acuerdo a la fe que me tienes, así que no te preocupes, dame todas tus frustraciones y duerme en paz, y dime siempre "Jesús yo confío en tí" y verás grandes milagros, te lo prometo con todo mi amor.
JESÚS



Perdonar

El camino para aprender a amar es




"perdonando"; quien desea crecer



en el amor lo logra amando en el perdón.







Perdonar es el camino de la liberación,



el que auténticamente se libera es quien perdona,



echando fuera de su alma al rencor y la venganza



que solamente lo envilece y lo consume.







Perdonar, a pesar de tener razón y mil justificaciones



para no hacerlo, es atreverse a pronunciar en el interior



del corazón "perdón"; perdonar cuando te han ofendido



y humillado es cuando se manifiesta la grandeza



del corazón del ser humano.







Solamente el que ama auténticamente puede decir



"te perdono y lo olvido"; perdonar es cuando a pesar



de sentirse ofendido te atreves a dar una sonrisa de amor.







Deja hoy tus rencores, tu venganza que anhela ver



al que te ha ofendido de rodillas pidiendo clemencia;



deja hoy ese fuego que enciende tu cólera y abraza



tu ser de rabia y de rencor, cuando ha sido pisoteado



tu orgullo y has sido lastimado en lo más profundo,



cuando deseas con todas tus fuerzas ver fulminado



al que te ha ofendido







Te pregunto, ¿Serás hoy capaz de perdonar



a ese amigo tuyo que te traicionó; aquella ofensa



de alguien que creías que no te podía fallar



y hoy le puedes demostrar que lo amas?



¿Serás hoy capaz de llenar tu alforja de olvido,



y salir al encuentro con lo único que le puedes ofrecer:



tu perdón, y continuar tu camino de paz al encuentro de Dios?







Hoy libérate y camina como un niño extraviado



a los brazos de una madre llena de amor,



como el ciego al encuentro de la luz.



Hoy perdona y olvida, eleva tu alma



a las estrellas y encuentra la paz.







Dios, sé que tu grandeza y tu más sublime expresión



de amor es perdonar; dame la sabiduría, la comprensión



y la fuerza para convertirme en amor, y sin dar espacio



ni tregua al odio, entregar la vida por los que amo.







Señor, tú lo sabes mejor que nadie, conoces el corazón



del hombre y sabes que hoy deseo amar como nunca imaginé,



Señor gracias, hoy al fin he perdonado por amor.







Hoy perdonaré para siempre y arrojaré de mi alma



todos aquellos rencores que me envilecen



y me atan al pasado, hoy estoy dispuesto a olvidar,



hoy me demostraré a mí mismo mi capacidad de amar.